Escrito por Rafael Cancel Miranda
Ayer, 21 de septiembre, fui con mi esposa a la Funeraria Ehret donde se celebraría una ceremonia religiosa por la patriota María Luisa Pérez, madre de Lourdes y Julio Muriente Pérez y abuela de Sofía, Aurora y Gabriel. Allí tuve una sensación que trataré de compartir con ustedes.
Cuando entré a la capilla de la funeraria, me encontré con la vida, no con la muerte. El lugar estaba lleno de boricuas que irradiaban vida y a su vez celebraban la vida de quien supe vivirla con dignidad y puertorriqueñismo. Abundaban los abrazos. El ataúd estaba cubierto con la bandera de Puerto Rico, lo que quería decir que doña María Luisa seguía siendo boricua, aún después de la muerte. En lugar de sentirme triste, sentí una especie de alegría.
Solo aquel que reniega de quien es, muere aunque esté vivo. Pero doña María Luisa, aún en la muerte, reafirmó su vida. Así que quiero dedicarle estos versos que escribí para ella.
Cuando se tiene orgullo,
cuando se tiene dignidad,
no hay poderes en el mundo
que nos puedan esclavizar.
Y usted, doña María Luisa,
con su orgullo y dignidad,
ha sabido ser boricua
y lo será en el más allá.
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